Nunca canté para mi padre (1970)

Tom y Margaret Garrison, octogenarios de clase media alta, viven en la misma casa de los suburbios de Nueva York desde hace décadas. La salud de ambos está decayendo, Margaret, que sufrió su primer ataque al corazón hace un año, y Tom, que se está deslizando lentamente hacia la senilidad, aunque él no lo reconozca. Para los que miran la vida de Tom desde fuera, ven un pilar de la comunidad desde hace mucho tiempo. Sus hijos adultos, Gene y Alice, sin embargo, ven a un hombre dominante, inflexible y poco cariñoso que nunca les proporcionó realmente el apoyo emocional que querían o necesitaban, ese tipo de apoyo siempre vino de su madre. Hace tiempo que Tom desterró a Alice, que ahora vive en Chicago, de sus vidas de forma significativa cuando se casó con un judío. Gene, profesor y escritor publicado, vive en la ciudad y hace discretamente lo que puede para ayudarles en su vejez, aunque lo hace más por su madre, su padre al que ve más como una obligación que como un deseo. Sin embargo, Tom es ajeno a los sentimientos de Gene hacia él. Viudo desde hace un año, Gene está pensando en mudarse a Los Ángeles, ya que ha conocido a la doctora Peggy Thayer, una médica con consulta propia allí con la que quiere casarse. Aunque odia la forma en que su padre le hace sentir, también detesta la culpa que sentiría por haberlos "abandonado", especialmente porque sabe que la relación de Tom con su propio padre borracho era inexistente. Los sentimientos encontrados de Gene sobre qué hacer se agravan después de que Margaret fallece dejando a Tom solo, quien se niega a mudarse o a buscar ayuda profesional. Gene desea tanto amar a su padre, pero puede ser demasiado tarde, no importa lo que decida hacer.