Baraka (1992)

Sin palabras, las cámaras nos muestran el mundo, haciendo hincapié no en el "dónde", sino en el "qué hay". Comienza con la mañana, los paisajes naturales y la gente rezando: volcanes, cascadas, veldts y bosques; varios cientos de hombres hindúes balineses interpretan el kecak, el canto del mono. Los indígenas se pintan el cuerpo y pueblos enteros bailan. La película pasa a la destrucción de la naturaleza mediante la tala de árboles, las voladuras y la minería a cielo abierto. Las imágenes de la pobreza, la rápida vida urbana y las fábricas dan paso a la guerra, los campos de concentración y las fosas comunes. Aparecen antiguas ruinas y un río sagrado en el que se bañan los peregrinos y se queman piras funerarias. Vuelven la oración y la naturaleza. Un monje hace sonar una enorme campana; las estrellas giran en el cielo.